lunes, 30 de septiembre de 2013

El pensamiento simbólico y el arte



Venus de Willendorf, vía http://4base4.blogspot.com.es
(Por cierto, ¿por qué no la imagen de la jefa de la tribu o de una diosa o en lugar de un símbolo de fertilidad?)


Los seres humanos cuentan historias, y los seres humanos hacen objetos que nos fascina ver. A veces sus historias se refieren a esos objetos. Ese tipo de narración, que se da en llamar historia del arte, suele proceder del deseo que puede tener una persona de pensar en la sensación de ser otro en otro tiempo.
J. Bell: “El espejo del mundo”. Paidós, Barcelona, 2008


Entrando en el primer tema de la asignatura, “el pensamiento simbólico y el arte”, unas citas y unas reflexiones.

Dice J. Onians en el prólogo de su Atlas mundial del arte que si el homo sapiens comenzó a crear arte hace como mínimo 40.000 años (hasta 100.000 se remonta D. Dutton, y al millón y medio H. de Lumley en la búsqueda del primer indicio en la simetría) y ha seguido creándolo hasta la actualidad es porque hay algo en su naturaleza biológica que le ha llevado a hacerlo. Afirma que en las redes neurológicas del ser humanos está inscrita de modo universal “la tendencia a mirar, recoger, manipular y modificar materiales”. Desde luego, una teoría nada alejada de los universales lingüísticos de N. Chomsky.

Y no solamente desde el mundo del arte se mantiene la tesis del innatismo. El antropólogo M. Harris en su obra Antopología Cultural habla de “la existencia universal de una capacidad humana para dar respuestas emocionales de apreciación y placer cuando el arte es logrado”.

El arte, continúa Harris, comunica algo que nunca es representado en su forma, sonido, color, movimiento o sentimientos literales, sino que lo hace como expresión simbólica de lo representado. Esta capacidad simbólica la poseen también nuestros primos los chimpancés, y ellos también demuestran, según Harris, una “preocupación por la forma y algún sentido estético”. En definitiva, el arte está en el ser humano ya desde su existencia como ser natural, antes incluso de poder ser reconocido como ser cultural. Esa es una de las razones de su perdurabilidad, desde al menos el Paleolítico Superior hasta la actualidad.

Una razón de su pervivencia podría ser para Onians el hecho de que “las redes neurológicas que nos hacen disfrutar de él [del arte] se desarrollaron originalmente no para obtener un placer estético, sino para asegurar nuestra supervivencia”. Las creencias y rituales que se simbolizan en cuevas con pinturas rupestres, como por ejemplo en las de Chauvet (que se pueden contemplar en el extraordinario documental de W.Herzog), tienen seguramente una vertiente mágico-religiosa empleada como un recurso de éxito en un entorno natural poco propicio a la supervivencia. 

Ocurre algo similar a lo que J. Piaget explica en La formación del símbolo en el niño sobre el proceso de simbolización infantil como un mecanismo de adaptación al mundo adulto, imprescindible para su evolución intelectual y unido tanto al ámbito del arte (del dibujo) como del lenguaje.

Pero por muy universal que sea el arte, y el pensamiento simbólico a él asociado, sus manifestaciones han ido modificándose a lo largo del tiempo y del espacio. La razón es, dice Onians, la influencia del ambiente: la exposición pasiva al entorno y la intervención activa de los otros. 

Así, en la era glacial, los objetos psicológicamente más importantes a los que estaban expuestos los seres humanos eran aquellos que aparecen dibujados en las paredes de las cuevas; en el Egipto de alrededor del 3000 a. de C. el motivo, sin embargo, eran los campos trabajados que produjeron representaciones enmarcadas en rectángulos. En la Grecia clásica, las montañas rocosas se plasman en los ángulos de los capiteles, mientras que en la China de la misma época, las lluvias y brumas aparecen en sedas pintadas con tinta. Precisamente hasta el arte de la moderna cultura occidental –dice Harris-, elementos tradicionales y familiares se van repitiendo de forma diferente en los productos artísticos de diferentes culturas. Y como influencia de lo social en las diferentes formas de evolución del arte es imprescindible mencionar la relación que este ha tenido con religiones, economías y políticas de muy distinto signo.

La forma en que el arte se ha manifestado en la historia de la humanidad ha sido, pues, muy diversa. Sin embargo, esa tendencia a mirar, recoger, manipular y modificar materiales y la necesidad de expresarse por medio de la representación simbólica son universales. Personalmente, siempre he desconfiado de las teorías biologicistas aplicadas a la mente humana que, con demasiada frecuencia han sido utilizadas como respaldo de valores no ya sólo “occidentalistas” sino incluso plenamente sexistas y racistas. 

Sin embargo, si científicos nada sospechoso de esas derivas defienden la existencia de ese instinto en los ámbitos en que el ser humano se enfrenta a la representación de lo simbólico (el lenguaje, el arte), tendremos que pensar con Onians que existe algo en nuestra naturaleza humana que nos lleva, más allá de una función meramente utilitarista, a querer representar en todo tiempo y lugar lo que vemos y lo que sentimos, y a ser capaces de disfrutar de ello.

La última cuestión sería llegar a conocer la finalidad de ese instinto que se mantiene en todas las sociedades humanas, más allá del que su función de proveer de cohesión social (cultural) a las mismas. Ni el crítico de los críticos, A. C. Danto, ha podido darnos la respuesta. Así que no nos queda más remedio que echar una ojeada al polémico libro de D. Dutton El instinto del arte, donde dedica un capítulo completo a explicar darwinianamente el origen del arte como una ventaja evolutiva respecto a la selección sexual. Como alumna de la Facultad de Bellas Artes, no seré yo quien argumente contra hipótesis tan interesante.
   



miércoles, 18 de septiembre de 2013

Para empezar



Imagen de Taupadak, espectáculo de Danza Duende del grupo Mudriam Elkartea. Fotografía de M. Mtz. de Antoñana


Este es el blog de Marta Mtz. de Antoñana, alumna del grupo G_02 de la asignatura “Arte y Tecnología I” impartida por Ander González Antona.

El blog es el cuaderno on-line que recoge mis ejercicios del curso (de hecho la propia creación del blog constituye el ejercicio no presencial 01) y algunas reflexiones sobre el tema de la tecnología en relación con el arte.

La interrogación en el título del blog hace referencia a la desconfianza que puede provocar(nos) la combinación de dos conceptos tan desiguales como “arte” y “tecnología”. En efecto: me resulta difícil separar la palabra tecnología de la connotación peyorativa que le adjudicaban mis profesores cuando estudiaba Filosofía: la tecnología (o técnica, porque no hacíamos la distinción que luego veremos) era entendida como ideología en sentido marxista. Lo cierto es que, en aquella época, los escritos de J. Habermas era lo último en pensamiento, al menos en mi Facultad, y lo que este filósofo había escrito en Teoría y Praxis sobre los procesos de dominación social era asunto de primera línea.

Pero no podemos eludir el hecho de que el arte ha utilizado tecnología desde sus comienzos. La ciencia de la astronomía, por ejemplo, tuvo su revolución copernicana unida a la tecnología de las lentes. Ésta fue rápidamente apropiada por los[i] artistas para mejorar su trabajo (por ejemplo, para estudiar la perspectiva).

El artista es curioso con lo que ocurre a su alrededor, y no puede dejar de emplear los medios que la sociedad pone a su alcance. Desde los conciertos con violonchelo-televisión de Ch. Moorman a al uso que J. Holzer hace de las estructuras de los medios de comunicación, pasando por los vídeos de S. Neshat, la tecnología ha aparecido unida al arte ya sea como un medio, ya como el propio tema de la obra.


La tensión teórica de este binomio y su puesta en práctica en los trabajos de clase serán los que a lo largo de este curso irán llenando las entradas del blog ¿Arte y Tecnología?.

Y ahora…¡a trabajar!


Un poco de surrealismo: El cadáver exquisito


Manchester, fotografía de M. Mtz. de Antoñana

Este es el ejercicio presencial número 01. En este trabajo en grupo, hemos emulado a los surrealistas y su juego del “Cadáver exquisito”, enviándonos consecutivamente una foto sin ninguna explicación sobre su  contexto. Cada alumno ha intervenido le imagen que le ha llegado, para darle la continuidad que ésta le ha sugerido.

La foto de origen de la cadena la tomé este verano en Barcelona. Estuve realizando allí un cursillo, en el barrio del Poblenou, y aproveché a fotografiarlo a conciencia, porque es un sitio con un sabor muy especial. Se trata de una zona de Barcelona capital que fue a finales del siglo XIX el territorio con mayor industrialización de Cataluña, razón por la cual fue llamado “el Manchester catalán”. A partir de los años 60 del siglo XX sufrió un desmantelamiento, y en la actualidad conviven en ese espacio antiguas fábricas cerradas y ruinas con talleres para usos de lo más variopinto (distribución de pinturas, organización de festivales o construcción de tablas de surf). Conviven también pacíficamente los artistas que han ocupado los talleres y almacenes en desuso con las personas que han tenido que buscar allí un refugio para no tener que dormir en la calle.

Estos últimos fueron los que más llamaron mi atención. Por eso, de entre todas la fotos, he elegido la de unos niños recogidos con su familia en una casa en ruinas al lado del taller donde realizaba el curso.


Después de volver de Barcelona, y cuando estaba organizando las fotos, leí en “El País Semanal” un artículo sobre la Banlieue de París, donde me llamó la atención cómo el fotógrafo (Arnau Bach) había utilizado el blanco y negro muy contrastado para que el reportaje llamara la atención sobre la situación de violencia que sufren esos barrios. Incluso en fotos que en otros reportajes hubieran sido amables (un niño pequeño viendo la televisión en la sala de su casa), el fotógrafo utilizó esta presentación dramática. Muy apropiado a lo que pretendía comunicar y poco parecido, creo, a lo que vio su ojo.

Así que, siguiendo los pasos de Bach, decidí dar a mis fotografías esa aura de peligro que es la que se puede asociar a priori con la vida en un barrio degradado –el Poblenou, en este caso-, aunque sé ahora que la vida allí es considerablemente relajada y pacífica.


Mis compañeros Ignacio, Lucía y las dos Lorenas convirtieron mi imagen en una completamente diferente: El niño protagonista perdió su cabeza (después tapada con unos focos) y se convirtió en Superman. Después le colocaron una esfera terrestre y le colorearon la ropa, lo mismo que a una de las niñas del lateral. Detrás de ellos, en la ventana del sótanos aparece un preso que añade dramatismo a la escena.

Finalmente, convirtieron todo ello en un espectáculo. Mágicamente, y sin conocer las razones que me habían llevado a elegir esa fotografía, llegaron a un punto no muy alejado del que yo había partido: lo que hemos reflejado no es la realidad, sino aquello en que nosotros hemos querido convertirla para que así la vea el público.

Y este es el resultado:


S/T, fotografía final del ejercicio “Cadáver exquisito”



[i] En el blog voy a utilizar el genérico en masculino -sin discriminación positiva al femenino o al neutro- en el sentido en que Beatriz Preciado hace un llamamiento en su “Manifiesto contra-sexual” a no privilegiar una marca, sino a modificar las posiciones de enunciación más allá del sistema sexo/género.